domingo, 4 de diciembre de 2011

El máximo premio del arte en manos de la maestra de la arcilla

Entrevista a la ceramista Silvia Carbone
por Belén Bertonasco

Luego de haber sido galandronada con el Gran Premio Adquisición 2011, el mayor premio del arte a nivel nacional, la artista habla acerca de sus pasiones y de su obra hecha con un elemento poco conocido del arte: la cerámica.

El taller es una obra de arte por si mismo. La puerta de entrada da la bienvenida con un muñeco muy alto de cerámica que, subido a una bicicleta de hierro, parece cobrar vida y contagiar la risa que le nace de los labios. Los estantes de las paredes están repletos de esculturas de todos los tamaños y formas. Colgados del techo, lunas y títeres de arcilla que hilados por una comparsa invisible, parecen encantar a aquellos que descubran su ser. No faltan al espectáculo los jarrones con diseños rupestres, ni la delicadeza de las tacitas de café.  El espacio es una composición que completa su armonía con Silvia Carbone, la autora de ese mundo de arcilla, que entre colores y texturas puede sumergir a cualquiera en un universo paralelo.

“¿Preparo mate?” pregunta con la pava de acero en la mano. Pone a hervir el agua, ofrece una torta de naranja casera y se sienta, con sus pantalones sueltos y sus manos grises por el polvo de la arcilla, a contar quién es, qué hace y cómo vive la ganadora del Gran Premio Adquisición.

Silvia Carbone es una artista con trayectoria. Estudió en La Escuela Nacional de Cerámica e hizo más de diez cursos en distintas provincias del país y en el exterior. “Es tan amplio el campo de la cerámica que pienso que uno nunca termina de aprender todo lo que hay para aprender…yo sigo aprendiendo”, confiesa con un tono humilde que esconde sus 20 premios ganados, y con la misma sonrisa entera desde que empezó la entrevista.

“Cuando toco por primera vez la cerámica, a los 16 años, ahí no la pude dejar nunca más”, dice y algo nuevo se enciende en su rostro, como si los recuerdos le dieran un aire infantil a las mejillas, a las manos y a los ojos que se dejan ver atrás de un par de anteojos transparentes. Y pensar que esos mismos ojos, y esas mismas manos, fueron los impulsores de la obra que ganó este septiembre el premio que llamó la atención en el hall del Palais de Glace, un centro de exposiciones ubicado en el barrio de Recoleta de la ciudad de Buenos Aires.

Colores III se llama su obra y es una cartuchera gigante. Si. Una cartuchera gigante con fibras y lápices de un metro veinte y de colores bien vivos, con su goma y sacapuntas, como las que recuerda haber llevado a la primaria, solo que alrededor de 20 veces más grande. “Mucha gente se pregunta si está hecha en cerámica porque llama la atención el tamaño, el color – destaca Silvia - En el Palais de Glace me dijeron que cuando hacen las visitas guiadas, la mayoría piensa que es de madera o de plástico, porque les cuesta llegar a pensar que está hecho en cerámica”

Viendo las obras que rodean a Silvia, no es difícil suponer cómo se le ocurrió hacer tan original trabajo. “¡Jugando! Siempre los trabajos vienen a raíz de cosas que tienen que ver con historias bien mías  o con sensaciones que tuve cuando era chica o gustos personales y siempre me gustó dibujar y los lápices surgieron jugando, haciendo formas…”, ratifica la autora. Y si bien cuenta que fue ese eventual juego en el que también realizó Colores I, un cajón con lápices de distintos tamaños y colores, y Colores II, lápices celestes y blancos conmemorando el bicentenario, asegura que haber ganado el Gran Premio Adquisición no fue obra del azar. “Al Salón Nacional, hace 17 años consecutivos que vengo presentando-  manifiesta Silvia - porque nunca podés tener un premio menor al que ya tuviste y yo tuve de entrada el Primer Premio en el año 95, entonces tenía que seguir participando: “Siga participando joven” y el único premio que me quedaba y que podía llegar a ganar era el Gran Premio Adquisición”

Todos los años se lleva a cabo un concurso en el Palais de Glace donde artistas de todo el país presentan sus obras ante un jurado estricto que dictamina, en primera instancia, quienes logran entrar en la competencia y luego quiénes son los privilegiados de obtener los premios y menciones. El Gran Premio Adquisición es el premio máximo. La obra ganadora pasa a ser patrimonio nacional y el artista ganador recibe una pensión vitalicia que es “la jubilación de artista” como la llama Silvia, que habla del premio con una voz distinta, emocionada, que parece salirle directo del corazón: “Es el sueño del pibe tener este premio, es el mayor premio que puede aspirar cualquier artista del país, porque no hay un premio mayor… Podían pasar muchos años más y a lo mejor no sé cuando iba a llegar, uno siempre que presenta la esperanza siempre la tiene… Yo vivo de sueños, siempre digo que soñar no cuesta nada…

Y Silvia no miente cuando dice que vive de sueños. Sin ostentar el importante premio, asegura que si bien al haberlo ganado ‘se cierra una etapa’ en su trayectoria, sigue con su más íntimo proyecto… el de fusionar sus tres pasiones: la cerámica, la asistencia social y los viajes. Tres pilares que lleva de estandarte – se le notan – y que le trae una satisfacción que afirma, es “incomparable”.

Los juegos de té los hicieron los alumnos de los jueves. Los jarrones de la derecha y las máscaras que cuelgan en la pared, los de los martes y miércoles. Entre esa murga de colores hay distintos pedacitos de vida de quienes van al taller de Silvia a distenderse, a crear y a proyectar. Confiesa que le encanta la docencia y que la hace feliz  poder transmitir lo que a ella le produce bienestar. “Desde que empecé a ejercer hasta el día de hoy, lo hago con la misma pasión” dice con una firmeza inquebrantable. Sin embargo, se refiere también a un entusiasmo que se escapa de las paredes de su taller. Actualmente trabaja en el colegio de arte Elvira Sullivan, ubicado en la localidad de Merlo, y trabajó en Instituto de menores Riglos, de Moreno que fue, aclara, el trabajo que más le gustó de toda su carrera.

“En ese trabajo pude unificar nuevamente las dos pasiones, la social y la Cerámica. Ese era un Instituto donde no había nada de arte y se me ocurrió presentar un proyecto para armar un taller como yo tengo acá, pero ahí adentro, entonces ¡fue fantástico! Los pibes del internado que vivían dentro de esa chatura tenían en ese lugar un oasis, un lugar en el mundo ahí adentro” cuenta con la misma voz peculiar como con la que hablaba del Gran Premio Adquisición, una mezcla de felicidad y orgullo. Y si bien por un embrollo político el instituto fue cerrado, ella sigue concretando sus pasiones en otros ámbitos.

Proyecto Barro de la Patria Grande. Así se llama el propósito que hoy ocupa los sueños de Silvia Carbone. La ceramista impulsora del mismo, detalla que el proyecto consiste en trabajar con pueblos que están perdiendo sus raíces artesanales y que ella junto a sus más avanzados alumnos, viajan para nuevamente “plantar la semillita” de la cerámica. “Acá encontré como verdaderamente poner la cerámica y lo social, y unificar incluso el tema de los viajes, que es algo que me encanta, por esto de conocer otras culturas, es como el cierre perfecto.”, cuenta la artista y mientras lo hace, enfatiza sus palabras con el movimiento de sus manos, las sublimes protagonistas del trabajo grupal.

Agrega, mientras pone dos de azúcar al mate: Sentía que tenía que empezar una etapa nueva, ésta de salir a trabajar afuera, salir de mi taller tan cómodo como estoy que está todo bárbaro, que me va bien y todo lo que quiera, pero salir a dar a la gente de afuera, sin recibir nada a cambio… ¡Bah! lo que recibo a cambio es todo lo que me traigo: el aprendizaje de vida. Es un ida y vuelta, me causa felicidad ver al otro feliz, entonces sentía que se cerraba una etapa y que tenía que empezar a devolverle a la vida todo esto que yo había recibido”

La ‘maestra de la arcilla’ rompe con el prototipo del arte que se encasilla para la mayoría de la gente en pintores, dibujantes y escultores.  “La cerámica justamente siempre fue tenida dentro de la modernidad como un arte menor y yo pienso que es todo lo contrario. ¿Un arte menor? ¿la cerámica? cuando estamos trabajando con todas las disciplinas juntas: la pintura, el dibujo, la escultura… todo junto.”, describe Silvia que sentada en su taller se la ve invencible.

Se distiende y vuelve a poner la pava en el fuego. Ahora la luz del crepúsculo que entra por los ventanales de vitral le da otra tonalidad al lugar, como si se tratase de otra historia, de otro mundo. Los soles de arcilla ahora se van apagando, las lunas se encienden de un blanco muy suave. La mujer que esta tarde se dejó ver hasta los huesos, habla del arte y de la trascendencia que tiene en la vida de las personas. Piensa que no se le da la importancia que se merece porque se cree que no es algo que forme parte de la vida cotidiana. Asevera con fervor, que el estar en contacto con el arte permite desarrollar la creatividad. La creatividad que, afirma, servirá para “todos los ámbitos de la vida”.

Se toma el último mate, hace una pausa de no más de treinta segundos y dice la frase que engloba el día, el taller, su premio y sus sueños: "Hay que seguir siendo fiel a lo que uno piensa y siente, que es lo que a uno lo hace feliz, seguir haciendo lo que uno realmente siente y darle para adelante…"












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Comentario de autora:
Es una grande, una genia. Me queda agradecerle otra vez por haberme recibido tan bien y por haberse prestado a hacer la entrevista. Me encantó hacerla, volví fascinada de ver ese taller y de escuchar esa vida tan humana. 
Para ampliar o ver fotos, su página web es http://www.silviacarbone.net/