domingo, 4 de diciembre de 2011

El máximo premio del arte en manos de la maestra de la arcilla

Entrevista a la ceramista Silvia Carbone
por Belén Bertonasco

Luego de haber sido galandronada con el Gran Premio Adquisición 2011, el mayor premio del arte a nivel nacional, la artista habla acerca de sus pasiones y de su obra hecha con un elemento poco conocido del arte: la cerámica.

El taller es una obra de arte por si mismo. La puerta de entrada da la bienvenida con un muñeco muy alto de cerámica que, subido a una bicicleta de hierro, parece cobrar vida y contagiar la risa que le nace de los labios. Los estantes de las paredes están repletos de esculturas de todos los tamaños y formas. Colgados del techo, lunas y títeres de arcilla que hilados por una comparsa invisible, parecen encantar a aquellos que descubran su ser. No faltan al espectáculo los jarrones con diseños rupestres, ni la delicadeza de las tacitas de café.  El espacio es una composición que completa su armonía con Silvia Carbone, la autora de ese mundo de arcilla, que entre colores y texturas puede sumergir a cualquiera en un universo paralelo.

“¿Preparo mate?” pregunta con la pava de acero en la mano. Pone a hervir el agua, ofrece una torta de naranja casera y se sienta, con sus pantalones sueltos y sus manos grises por el polvo de la arcilla, a contar quién es, qué hace y cómo vive la ganadora del Gran Premio Adquisición.

Silvia Carbone es una artista con trayectoria. Estudió en La Escuela Nacional de Cerámica e hizo más de diez cursos en distintas provincias del país y en el exterior. “Es tan amplio el campo de la cerámica que pienso que uno nunca termina de aprender todo lo que hay para aprender…yo sigo aprendiendo”, confiesa con un tono humilde que esconde sus 20 premios ganados, y con la misma sonrisa entera desde que empezó la entrevista.

“Cuando toco por primera vez la cerámica, a los 16 años, ahí no la pude dejar nunca más”, dice y algo nuevo se enciende en su rostro, como si los recuerdos le dieran un aire infantil a las mejillas, a las manos y a los ojos que se dejan ver atrás de un par de anteojos transparentes. Y pensar que esos mismos ojos, y esas mismas manos, fueron los impulsores de la obra que ganó este septiembre el premio que llamó la atención en el hall del Palais de Glace, un centro de exposiciones ubicado en el barrio de Recoleta de la ciudad de Buenos Aires.

Colores III se llama su obra y es una cartuchera gigante. Si. Una cartuchera gigante con fibras y lápices de un metro veinte y de colores bien vivos, con su goma y sacapuntas, como las que recuerda haber llevado a la primaria, solo que alrededor de 20 veces más grande. “Mucha gente se pregunta si está hecha en cerámica porque llama la atención el tamaño, el color – destaca Silvia - En el Palais de Glace me dijeron que cuando hacen las visitas guiadas, la mayoría piensa que es de madera o de plástico, porque les cuesta llegar a pensar que está hecho en cerámica”

Viendo las obras que rodean a Silvia, no es difícil suponer cómo se le ocurrió hacer tan original trabajo. “¡Jugando! Siempre los trabajos vienen a raíz de cosas que tienen que ver con historias bien mías  o con sensaciones que tuve cuando era chica o gustos personales y siempre me gustó dibujar y los lápices surgieron jugando, haciendo formas…”, ratifica la autora. Y si bien cuenta que fue ese eventual juego en el que también realizó Colores I, un cajón con lápices de distintos tamaños y colores, y Colores II, lápices celestes y blancos conmemorando el bicentenario, asegura que haber ganado el Gran Premio Adquisición no fue obra del azar. “Al Salón Nacional, hace 17 años consecutivos que vengo presentando-  manifiesta Silvia - porque nunca podés tener un premio menor al que ya tuviste y yo tuve de entrada el Primer Premio en el año 95, entonces tenía que seguir participando: “Siga participando joven” y el único premio que me quedaba y que podía llegar a ganar era el Gran Premio Adquisición”

Todos los años se lleva a cabo un concurso en el Palais de Glace donde artistas de todo el país presentan sus obras ante un jurado estricto que dictamina, en primera instancia, quienes logran entrar en la competencia y luego quiénes son los privilegiados de obtener los premios y menciones. El Gran Premio Adquisición es el premio máximo. La obra ganadora pasa a ser patrimonio nacional y el artista ganador recibe una pensión vitalicia que es “la jubilación de artista” como la llama Silvia, que habla del premio con una voz distinta, emocionada, que parece salirle directo del corazón: “Es el sueño del pibe tener este premio, es el mayor premio que puede aspirar cualquier artista del país, porque no hay un premio mayor… Podían pasar muchos años más y a lo mejor no sé cuando iba a llegar, uno siempre que presenta la esperanza siempre la tiene… Yo vivo de sueños, siempre digo que soñar no cuesta nada…

Y Silvia no miente cuando dice que vive de sueños. Sin ostentar el importante premio, asegura que si bien al haberlo ganado ‘se cierra una etapa’ en su trayectoria, sigue con su más íntimo proyecto… el de fusionar sus tres pasiones: la cerámica, la asistencia social y los viajes. Tres pilares que lleva de estandarte – se le notan – y que le trae una satisfacción que afirma, es “incomparable”.

Los juegos de té los hicieron los alumnos de los jueves. Los jarrones de la derecha y las máscaras que cuelgan en la pared, los de los martes y miércoles. Entre esa murga de colores hay distintos pedacitos de vida de quienes van al taller de Silvia a distenderse, a crear y a proyectar. Confiesa que le encanta la docencia y que la hace feliz  poder transmitir lo que a ella le produce bienestar. “Desde que empecé a ejercer hasta el día de hoy, lo hago con la misma pasión” dice con una firmeza inquebrantable. Sin embargo, se refiere también a un entusiasmo que se escapa de las paredes de su taller. Actualmente trabaja en el colegio de arte Elvira Sullivan, ubicado en la localidad de Merlo, y trabajó en Instituto de menores Riglos, de Moreno que fue, aclara, el trabajo que más le gustó de toda su carrera.

“En ese trabajo pude unificar nuevamente las dos pasiones, la social y la Cerámica. Ese era un Instituto donde no había nada de arte y se me ocurrió presentar un proyecto para armar un taller como yo tengo acá, pero ahí adentro, entonces ¡fue fantástico! Los pibes del internado que vivían dentro de esa chatura tenían en ese lugar un oasis, un lugar en el mundo ahí adentro” cuenta con la misma voz peculiar como con la que hablaba del Gran Premio Adquisición, una mezcla de felicidad y orgullo. Y si bien por un embrollo político el instituto fue cerrado, ella sigue concretando sus pasiones en otros ámbitos.

Proyecto Barro de la Patria Grande. Así se llama el propósito que hoy ocupa los sueños de Silvia Carbone. La ceramista impulsora del mismo, detalla que el proyecto consiste en trabajar con pueblos que están perdiendo sus raíces artesanales y que ella junto a sus más avanzados alumnos, viajan para nuevamente “plantar la semillita” de la cerámica. “Acá encontré como verdaderamente poner la cerámica y lo social, y unificar incluso el tema de los viajes, que es algo que me encanta, por esto de conocer otras culturas, es como el cierre perfecto.”, cuenta la artista y mientras lo hace, enfatiza sus palabras con el movimiento de sus manos, las sublimes protagonistas del trabajo grupal.

Agrega, mientras pone dos de azúcar al mate: Sentía que tenía que empezar una etapa nueva, ésta de salir a trabajar afuera, salir de mi taller tan cómodo como estoy que está todo bárbaro, que me va bien y todo lo que quiera, pero salir a dar a la gente de afuera, sin recibir nada a cambio… ¡Bah! lo que recibo a cambio es todo lo que me traigo: el aprendizaje de vida. Es un ida y vuelta, me causa felicidad ver al otro feliz, entonces sentía que se cerraba una etapa y que tenía que empezar a devolverle a la vida todo esto que yo había recibido”

La ‘maestra de la arcilla’ rompe con el prototipo del arte que se encasilla para la mayoría de la gente en pintores, dibujantes y escultores.  “La cerámica justamente siempre fue tenida dentro de la modernidad como un arte menor y yo pienso que es todo lo contrario. ¿Un arte menor? ¿la cerámica? cuando estamos trabajando con todas las disciplinas juntas: la pintura, el dibujo, la escultura… todo junto.”, describe Silvia que sentada en su taller se la ve invencible.

Se distiende y vuelve a poner la pava en el fuego. Ahora la luz del crepúsculo que entra por los ventanales de vitral le da otra tonalidad al lugar, como si se tratase de otra historia, de otro mundo. Los soles de arcilla ahora se van apagando, las lunas se encienden de un blanco muy suave. La mujer que esta tarde se dejó ver hasta los huesos, habla del arte y de la trascendencia que tiene en la vida de las personas. Piensa que no se le da la importancia que se merece porque se cree que no es algo que forme parte de la vida cotidiana. Asevera con fervor, que el estar en contacto con el arte permite desarrollar la creatividad. La creatividad que, afirma, servirá para “todos los ámbitos de la vida”.

Se toma el último mate, hace una pausa de no más de treinta segundos y dice la frase que engloba el día, el taller, su premio y sus sueños: "Hay que seguir siendo fiel a lo que uno piensa y siente, que es lo que a uno lo hace feliz, seguir haciendo lo que uno realmente siente y darle para adelante…"












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Comentario de autora:
Es una grande, una genia. Me queda agradecerle otra vez por haberme recibido tan bien y por haberse prestado a hacer la entrevista. Me encantó hacerla, volví fascinada de ver ese taller y de escuchar esa vida tan humana. 
Para ampliar o ver fotos, su página web es http://www.silviacarbone.net/

jueves, 15 de septiembre de 2011

La Noche de los Lápices



 
"Yo respondo por mi juramento,
que está basado en los últimos minutos
de convivencia.
Ellos me gritaban que no los olvide
y que los recuerde siempre."

Pablo Díaz, sobreviviente de 
La Noche de los Lápices(*)



Pablo Díaz se refirió a sus 6 compañeros que en 1975 apoyaron y participaron activamente de la campaña por el Boleto Escolar Secundario (BES) en la ciudad de la Plata y que el 16 de septiembre de 1976, por seguir sus ideales, fueron brutalmente secuestrados y torturados en el centro clandestino de Arana, en donde el terror y la muerte eran moneda corriente.

La irrupción violenta en la vida de estos jóvenes fue llevada a cabo por autoridades del ejército dirigidas por el general Ramón Camps, que estuvo a cargo de la Policía de la provincia de Buenos Aires
durante el golpe y que calificó a la tragedia de septiembre como lucha contra "el accionar subversivo en las escuelas".
 
María Claudia Falcone, Francisco Lopez Muntaner, Daniel Alberto Racero, María Clara Ciocchini, Claudio De Acha, Horacio Úngaro son los adolescentes de entre 16 y 18 años que militaban en la Unión Estudiantil Secundaria (UES) y que, al igual que Pablo Díaz, Gustavo Clotti, Emilce Moler y Patricia Miranda, de igual edad, fueron detenidos sin juicio previo durante noches de septiembre pero que no tuvieron la fortuna de 'vivir para contar' lo que se conoce como La Noche de los Lápices.

“Durante noches”, leyeron bien. Plural. Fue el 8 de septiembre cuando secuestraron a Gustavo; el 16 de septiembre cuando secuestraron a Claudia, "Panchito", Daniel, María Clara, Claudio y Horacio; el 17 cuando secuestraron a Emilce y Patricia Miranda, una estudiante que no tenía que ver con la  militancia, y por último, la noche del 21 de septiembre, cuando secuestraron a Pablo Díaz, que en ese entonces era un joven de 18 años.

Si bien los secuestros transcurrieron en fechas distintas, los adolescentes fueron considerados subversivos por la misma causa, fueron torturados de la misma manera y fueron presos de una misma noche opaca y fúnebre que ellos mismos avecinaban como perpetua.


María Claudia, de 16 años, era abanderada y estudiante de Bellas Artes y junto con María Clara, de 18, iban a ingresar a la Universidad del mencionado rubro; Patricia, de 17 años también asistía a la Escuela de Bellas Artes. Francisco, de 16, militaba en la UES de Bellas Artes al igual que Emilce, de 17 años. ¿Casualidad?
 
Los artistas tenían afición a la militancia. Emilce Moler, una de las sobrevivientes del atentado contra la humanidad, detalló: “Estaban los que no se enganchaban, pero a la edad que yo tenía, y en Bellas Artes donde todo era libertad, participación y solidaridad, era imposible no militar. La revolución parecía estar ahí nomás. Latinoamérica estallaba por todos lados. Teníamos los modelos socialistas de Chile y Cuba. Yo podía no saber en qué partido, pero que iba a participar no tenía ninguna duda.”

Pablo Díaz, que integraba la Juventud Guevarista del Partido Revolucionario de los Trabajadores, fue otro de los sobrevivientes. Luego de haber vivido el infierno en el centro de detención clandestino de Arana, fue trasladado hasta otro centro conocido como “El Pozo de Banfield”, en donde se reencontró, para su sorpresa, con los seis estudiantes y amigos secuestrados el 16 de septiembre, sin saber que los días que compartieron el cautiverio fueron las últimas ráfagas de vida que Pablo alcanzó a sentirles.

"Soy el único que salió con vida del Pozo de Banfield- declaró - el único que estaba con ellos cuando me dijeron que tenía un salvoconducto que me salvaba de la ejecución y que me trasladaban bajo la amenaza de no contar nunca lo que había vivido, de lo que había sido testigo. Sólo ellos me gritaban que no los olvide y que los recuerde siempre”


Lejos de pactar con el silencio, Pablo
- liberado recién en 1980 luego de estar durante casi 5 años bajo la disposición del PEN (Poder Ejecutivo Nacional)-  habló.
 
La desgarradora versión que el protagonista de tan vil secuestro, tuvo la posibilidad de transparentar gracias de su liberación, fue plasmada por María Seoane en el libro “La Noche de los Lápices” y luego llevada a la pantalla grande el 4 de septiembre de 1986 por el director Héctor Olivera. (**)

Gracias a testimonios como el de Pablo Díaz y Emilce Moler, mucho más se sabe sobre lo que los militares enorgullecidos llamaron Proceso de Reorganización Nacional que se gestó entre 1976 y 1983  y que fue el golpe de estado más sangriento de la historia argentina, caracterizado por innumerables crímenes de lesa humanidad que dejó un saldo de 30.000 desaparecidos y millones de espectadores paralizados y tantos otros acribillados del dolor que significó la pérdida de familiares y amigos.

Como procedentes de la generación que padeció un homicidio al sentido de la vida misma, como principales actores del presente, como personajes directos de la historia, creo que es indispensable y absolutamente necesario apropiarnos de los gritos agudos y penetrantes que escucharon los oídos de Pablo.

“¡No nos olvides!”, vociferaron con la última fuerza que les quedaba en los cuerpos flacos, en las manos secas y los pies descalzos. 
“¡No nos olvides!”, lloraron y uno casi puede sentir hoy, 35 años después, el dolor de esas palabras. De esas largas y escalofriantes palabras que 6 chicos de entre 14 y 18 años pronunciaron al unísono, cargando 236 adolescentes más a la par de ellos.

Este viernes se cumple otro aniversario de La Noche de los Lápices. Confío en que un minuto, o media tarde, o todo el día, o toda la vida, vamos a ser fieles a hacer justicia por esos años de silencio reprimido y a cumplir el último pero inmortal deseo que pidieron los detenidos desaparecidos. Confío en que vamos a preocuparnos y a ocuparnos de que no más (ya nunca jamás) vuelvan a suceder acontecimientos como la masacre iniciada en la madrugada del 16 de septiembre de 1976.

Victoria Belén

(*) junto con Gustavo Clotti, Emilce Moler y Patricia Miranda fueron los cuatro sobrevivientes de la noche que sigue haciendo historia.
(**)Nominada al Premio San Jorge de Oro en el Festival Internacional de Cine de Moscú en 1987. No dejen de verla.

lunes, 22 de agosto de 2011

Alicia y Federico

Alicia: Supongamos que ellos llegan y derriban las puertas…
Federico: Supongamos que tenemos un minuto para huir.
Alicia: Supongamos que la puerta está trabada y ganamos un minuto para huir.
Federico: Supongamos que estamos dormidos.
Alicia: Supongamos que despertamos súbitamente y que tú logras huir y ganas la calle, y yo miro tu imagen, cómo se aleja, y es lo último que veo en este mundo…
Federico: Supongamos que eres tú la que logras huir y ganas la calle y yo miro tu imagen, cómo se aleja y es lo último que veo en este mundo…
Alicia: Supongamos que los dos logramos huir…
Federico: Supongamos que logramos huir los dos y ellos quedan solos en esta habitación, junto a nuestros libros y nuestras buenas intensiones…
Alicia: Supongamos que ellos llenos de rabia queman nuestros libros y nuestras buenas intensiones.
Federico: Supongamos que ninguno de los dos escapa.
Alicia: Supongamos que caemos abrazados porque nos amábamos tanto.
Federico: Supongamos que abrazados nos derriban.
Alicia: Supongamos que nos hacen desaparecer.
Federico: Supongamos que completamente desaparecemos.
Alicia: Supongamos que estábamos equivocados, porque creíamos que éramos los únicos que no podíamos morir.
Federico: Supongamos que todo fue una gran equivocación, porque ciertamente podíamos morir como morimos.
Alicia: Supongamos que comenzamos todo de nuevo.
Federico: Supongamos que nos volvemos a equivocar.
Alicia: Supongamos que no tenemos tiempo porque nos vuelven a matar.
Federico: Supongamos que otros equivocados recogen nuestras equivocaciones y por equivocación, hacen un mundo mejor.
Alicia: Supongamos… que no es así y que nos ahogamos en nuestras equivocaciones.
Federico: Supongamos…que desde la orilla nos miran con rabia y sin indulgencia.
Alicia: Supongamos que nos olvidan.
Federico: Supongamos que no nos olvidan.
Alicia: Supongamos
Federico: Supongamos…

Escena 11 de la producción teatral Nuestra Señora de las Nubes de Arístides Vargas. Obra que interpretamos en 2009 con los chicos del secundario y que dirigió la profesora Nora Pérez.  

De esas con libretos impresionantes... 
de esas obras que no hay que dejar de ver.

martes, 16 de agosto de 2011

EL RADAR NOS VIGILA


Tu cerebro está sitiado de conceptos criminales
que revuelven tu organismo, no te dejan ser vos mismo.
Los radares te taladran astillando tu conciencia,
te encajan la careta para ser su marioneta.

(“Marionetas”- El Conejo de la Luna (*)


1200 cámaras de videovigilancia de alta definición se agregarán antes de fin de año a las 800 que ya existen en la actualidad en el distrito porteño y alrededor de 200 patrulleros serán equipados con cámaras móviles con visión panorámica de 360 grados y un reconocedor automático de patentes.

El plan impulsado por la Ministra de Seguridad de la Nación, Nilda Garré, y puesto en marcha el 10 de agosto, lleva el nombre “Buenos Aires Ciudad Segura” y su principal fin dice ser “repercutir en la prevención del delito y en el control del accionar de las fuerzas policiales en suelo porteño.”

Las imágenes obtenidas serán procesadas en el Centro de Comando y Control, situado en la Estación Central de la Policía Federal Argentina. Dicho Centro podrá recibir en directo imágenes desde los patrulleros y obtener en tiempo real todos los datos obtenidos por la computadora que tendrá cada uno de los móviles policiales.

El Secretario de Planeamiento del Ministerio, Gustavo Sibilla, informó a la agencia Telam que el plan Buenos Aires Ciudad Segura dará inicio a una “nueva etapa” de las políticas de seguridad y llevará “mayor tranquilidad a los porteños".

Sibilla además afirmó: “(El plan) Cambiará las labores policiales que antes se hacían con la intervención humana y que ahora se automatizan. Al sustancial aumento de personal policial en las calles (por el Operativo Cinturón Sur), este programa agrega la eficiencia de la tecnología más avanzada de América latina.”

Gracias a (o por culpa de) dicha tecnología, se podrán reconocer con facilidad rostros capturados por las máquinas modernas. Según el Ministerio de Seguridad, esto se focalizará en alertar sobre movimientos de personas con órdenes de arresto.

El lúgubre sistema de vigilancia dispondrá 75 cámaras -de las 1200- en las estaciones ferroviarias de la región metropolitana al mismo tiempo que se establecerá un control similar en la terminal de ómnibus de Retiro.

No nos podemos olvidar del 911. Habrá una modernización de dicha línea telefónica para asegurar la atención del usuario dentro de los 15 segundos en el call center.

¡Estamos salvados!  
¿O estamos más condenados que nunca?

En primer lugar, si la ciudad quiere ‘prevenir el delito’ tiene que pensar en un cambio de raíz. Las cámaras solo funcionan de parches para dejar contenta a la gente. Personas que ignoran por completo que son ellos los peones del ajedrez que manejan unos pocos.

Para terminar con la delincuencia, el Ministro de Seguridad podría empezar a preguntarse por qué hay quienes salen a robar y con qué necesidad lo hacen.
Yo me pregunto por qué en vez de poner camaritas traídas desde Israel, no hacen algo un poco más humano para revertir la situación.

Se necesita una cultura que fomente los valores. Debería de haber un trabajo en conjunto con el Ministerio de Educación y el Ministerio de Desarrollo Social. Invertir ahí y no en cámaras de vigilancia (mal llamadas de ‘seguridad’).

La educación de los colegios tiene que revolucionarse. Hoy en día muchas escuelas dejan mucho que desear. Les enseñan a los chicos a sumar, a restar, a saberse un par de derechos de la constitución y ahí termina el trabajo de la institución que parece tener la respuesta a todos nuestros males.

Si en la escuela te preparan para salir con una mente meramente competitiva, no esperemos que en la calle se demuestre lo contrario. En las casas pasa lo mismo. No es ilógico que el que está al lado nuestro quiera tener más que nosotros, porque desde que son nenes que le metieron una especie de “chip” o de discurso fatalista que para ser alguien en este mundo, tenés que ser mejor que el otro. Económicamente, claro. Todo pasa por la bendita plata.

Hay que dejar de enseñar que es mejor quien se saca diez de quien es solidario; hay que estar atentos y no hacer vista gorda a los que discriminan y los que son discriminados (así disminuirá la marginación) (habría que rever el tema de las publicidades también, pero ese es otro tema); hay que trabajar los valores humanos en profundidad para formar buenas personas, que piensen en el otro y no solamente en sí mismos.

En segundo lugar, tiene que haber una conciencia colectiva. Por favor, no seamos ilusos de creer que las 1200 cámaras se van a usar solamente para grabar a los que violen la ley. Las videocámaras “HD” nos graban a todos por igual.

Lectores, ¿saben los nombres de quienes vigilan esas cámaras? ¿Saben qué profesión cumplen? ¿Saben qué intenciones tienen verdaderamente? ¿y si venden las grabaciones por dinero a cualquiera que tenga el capital para pagarlo? ¿y si se las venden a canales de televisión?

¿Y si les digo que ya está vigente la idea de vender algunas a canales de televisión?

El pasado 3 de Junio se publicó la resolución 314 del Boletín Oficial Nº 3677 firmada por Guillermo Montenegro, titular del área de Seguridad y Justicia de la ciudad, en la cual se establece un convenio con los canales de televisión para suministrar imágenes en vivo provenientes del centro de monitoreo.

Acto que sería totalmente ilegal, puesto que la Ley 2602 (aprobada por la Legislatura en diciembre de 2007 y promulgada por Macri en enero del 2008) establece los límites del uso de las videocámaras, y se prohíbe explícitamente la cesión y la copia de las imágenes obtenidas por las ellas.

El 20 de Junio, el diario Página 12 publicó una nota del ex diputado porteño, Pablo Failde y otra del profesor de derecho a la información de la UBA y de la UNLP, Damián Loreti. Ambos se explayan sobre el tema. Recomiendo sus lecturas. (**)

Otras preguntas me da vueltas: ¿Va a mejorar la vida de los nenes y adultos que duermen en las calles? ¿Qué van a hacer los imperiales “custodios de vidas” con ellos?
Porque ahora no van a tener excusas, ya no van a poder decir que no los ven…Porque van a estar ahí, como un pinche filoso y molesto que apriete sobre la conciencia de quienes los están viendo y no hacen nada para ayudarlo.

Abramos los ojos.

La instalación de cámaras es la salida que elige el ciudadano de Capital Capitalista. La solución fácil y rápida, que lo involucre lo menos posible. Lejos está de sus incontables planes ponerse a buscar qué puede hacer o cómo puede ayudar a los que peor la pasan.

Esta solución superflua no merece ser elogiada. Si la celebremos, vamos a terminar como la sociedad que describió George Orwell en su libro 1984, una sociedad reprimida vigilada por las cámaras del Gran Hermano. Íntegramente privada de libertad. La misma que, sin darnos demasiada cuenta, nos están quitando a pasos agigantados.

Avivémonos de que somos protagonistas de un tele show que no vemos,
muñecos camuflados de personas, atados con sogas que manejan los titiriteros invisibles.


Puedo sonar apocalíptica, pero dadas las circunstancias, no veo una sola razón para no serlo.


Victoria Belén Bertonasco



(**) El Gran Hermano vigila por televisión: http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-170444-2011-06-20.html

miércoles, 3 de agosto de 2011

Click click, you are dead


Es de público conocimiento que el pasado 22 de Julio 77 personas murieron, entre ellas 69 jóvenes de 14 y 19 años, a causa de dos atentados terroristas provocados por el xenófobo antisemita de 32 años Anders Behring Breivik en la ciudad de Oslo y en un campamento del gobernante partido socialdemócrata ubicado en la isla de Utoya, Noruega.

El ultraderechista Breivik, nacido en Londres, pero que vivió toda su vida en Noruega instaló una bomba de 500 kilos en una camioneta alquilada que estacionó en el barrio de los ministerios, en pleno centro de Oslo, acabando con la vida de 8 personas. Acto seguido él mismo se convertía en el protagonista de la masacre en el tradicional campamento de verano del Partido Laborista del primer ministro socialdemócrata Jens Stoltenberg, ya que con un arma y sin piedad mató a tiros a 69 chicos que vacacionaban allí.

El asesino dijo que sus atentados fueron un intento por lanzar una revolución cultural para purgar a Europa de los musulmanes y castigar a los políticos que han promovido el multiculturalismo. Confesó, además, que tenía más atentados planeados, a lo que su abogado declaró que ciertamente así era y que eran tan concretos como los dos que cometió.

Seguro mucho de los espectadores de todo el mundo que sufren la tragedia, se lamentarán y dirán “¡Qué lástima que no lo supieron antes como para evitar esas muertes! “

Es que, a menos que Breivik haya mandado un mail masivo a más de mil personas una hora antes en el cual explicara lo que estaba a punto de realizas y donde agregara un manifiesto de 1.500 páginas donde detallaba los pasos de la masacre, hubiese sido imposible detenerlo a tiempo.
A menos que ya haya expresado sus ideales públicamente en blogs políticos y esto no haya generado preocupación en el país, lo cual demostraría que es común ese tipo de opiniones xenófobas y que nadie hace nada REAL al respecto. A menos que haya sucedido eso, hubiese sido imposible detenerlo a tiempo.
Hubiese sido imposible, a menos que algo irracional e ilógico haya sucedido como comprar por público compra-venta “e-Bay” (un mercado libre de Internet) el azufre, un arma y sus accesorios para la doble masacre. El vendedor de azufre ahora se estaría agarrando la cabeza, arrepentido de haber sido un idiota al venderselo a un tipo que pronto mataría a sangre fría a 69 chicos. Hasta las manos estaría el señor Andrew Christou.

La ironía me da pie para hacer énfasis en esta oración: las tres cosas pasaron y sin embargo hoy hay 77 muertos que son llorados por el mundo entero.

Con un click envió un manifiesto a más de mil destinatarios. Considerando hubo muy poco margen de tiempo entre que lo envió y ocurrió la masacre, de mil destinatarios, al menos cien seguramente estaban ya al tanto de lo que iba a ocurrir. Siendo extremista… al menos UNO sabía lo que iba a cometer Breivik. Entonces, hay alguien que lo avala. Hay alguien que no detuvo al asesino. Alguien que piensa igual o parecido.
Si bien a la hora de analizar, hay que tener en cuenta que ocurrió en Noruega, un país que hasta principio de los ochenta fue uno de los más proisraelíes de Europa, me cuesta entender cómo puede ser posible que la patriotería (y no patriotismo) siga ligándose con sangre de ‘los distintos’. El mundo progresó y sigue habiendo xenófobos, sigue habiendo una intolerancia dominante al que piensa y actúa distinto a lo que uno cree que es correcto.

Lo mismo pienso sobre las opiniones que Breivik realizó en blogs políticos, solo que esto ya no se enmascara de ‘privado’, como sí podría hacerlo un mail (aunque mil destinatarios deja ese título, para ser ‘público’). El número de cómplices se multiplica. Me interesa saber qué hizo al respecto el primer ministro noruego Jens Stoltenberg con esto, si estaba al tanto que opiniones antisemitas se manifestaban públicamente en Internet y me interesa saber qué hizo el Rey Harald V. En ninguna de las noticias que leí (de distintos diarios argentinos y del mundo) el rey de Noruega dijo nada al respecto. ¿Harald V incentiva a los habitantes de Noruega a que haya diversidad de religiones? Y acá viene la pregunta que me hago siempre ¿para qué les sirve todo ese título y poder de Rey? ¿Qué papel cumplen los reyes en el siglo XXI? Evidentemente escaso o nulo (más nulo que escaso).

Por último, confieso que me encantaría ser totalmente radical con el tema de la venta de armas. Decir que habría que prohibirla en los 5 continentes, que bastante las padecimos en las guerras equipadas de los misiles cada vez más espectaculares; aspirar a más y decir que las armas no debieran existir, que deberían desaparecer de la faz de la tierra… Pero la realidad está muy lejos de dejar las armas por besos.
Hoy, en esta actualidad de violencia descabellada, se venden armas como si fuesen juguetes. Esto es absurdo. Es ilógico que haya un mercado incontrolable y desmesurado que permita que esto suceda. ¿Cómo con un click voy a ser dueño de una ametralladora? Es una locura.

Breivik compró en noviembre pasado, mediante una cuenta en el mercado libre, unos 500 gramos de azufre en polvo para fabricar explosivos a un vendedor de Enfield (Andrew Christou) al norte de Londres. Así mismo, compró herramientas, un arma y accesorios para la misma a vendedores de China y Estados Unidos, según reveló el diario británico Sunday Telegraph luego de que investigadores hayan consultado las compras de los últimos meses del asesino confeso.

Cuando leí esta noticia pensé que se trataba de un terrorista ligado a alguna secta o grupo que llevó a cabo el plan. Me extrañó que no haya pruebas oficiales que dieran con esto. A medida que se relataban más noticias del caso y leí que compró el arma y las herramientas en e-Bay, me nació una bronca incontenible hacia la venta de armas. La misma por quienes las venden y las compran.

Lo que terminó por indignarme fue que haya sido por el espacio sin filtro de Internet. La venta de armamento o de productos para crear bombas a un antisemita con ánimos de una revolución criminal, se podría haber evitado con políticas que no permitan que cualquiera venda muertes por la red, ni que permitan que cualquiera, con un click, se apodere de numerosas vidas inocentes.

Victoria Belén Bertonasco

viernes, 15 de julio de 2011

Inconfesión

a mis colegas estudiantes de periodismo y a todo lector con ganas de reflexionar

Voy a destinar unos renglones para explicar por qué no quiero llamar a este texto “confesión”.
Esta palabra está asociada al catolicismo, y “limpiarme” de pecados para recibir el “perdón divino” no es precisamente mi objetivo. Llorarle a alguien por arrepentirme de mis acciones para poder así “ir al paraíso” es algo que no creo en absoluto.

Es, a mi criterio, desatinado. Es un legendario mecanismo para imponernos más y más límites, para ‘amoldarnos’ y que nos guste esa horma de cristal ficticia. Varias palabras vienen aparejadas: conformismo, subordinación, temor, exigencias.

Claro que algunas personas encuentran refugio en la iglesia y en todo este tema de la confesión, y me parece bien si eso les saca una sonrisa. Una sonrisa, en algunos casos, no viene mal. Pero seamos concientes de dónde y cómo se origina. Hay un enceguecimiento masivo que no comparto y que la iglesia incentiva. Digo iglesia y no digo ‘curas’ porque más allá que muchos me parecen hipócritas, no meto a todos en la misma bolsa. Yendo al punto, sintetizo: no le creo a la iglesia. No voy a usar su palabra.

“Gente, he venido a inconfesarme.” A contar sobre las cosas que no me arrepiento de hacer ni de pensar. Libre. Muy libre. Infinitamente libre y feliz de poder expresar lo que se me pasa por la cabeza. Libre de poder equivocarme y que la vida me siga dando oportunidades para crecer un poco todos los días. Libre en esta realidad que es el hoy, el aquí y el ahora. Libre de reírme de mis errores, y libre de cambiarlos como yo quiera. Libre de actuar y dejarme llevar por lo que siento. LIBRE.

Respiramos una libertad que no todos tuvieron ni tienen. Tenemos educación, uno de los pilares básicos; tenemos criterio de opinión; tenemos acceso a la información; podemos recorrer kilómetros con un par de monedas en el tren o en colectivos; tenemos tanto más de lo que creemos tener…

¿Qué hacer con tanta libertad?

No autoesclavizarnos.

Como actuales actores sociales (actuales, NO futuros) tenemos que exprimir al máximo esa autonomía para poder realizar el cambio que muchos de nosotros buscamos. Salir (¡de una vez y para siempre!) del guión rígido del día común.
Para mi el verdadero cambio, el que nuestros ojos pueden ver, tocar y sentir, es aquel que parte de uno. Esto puede parecer “figurita repetida”. Cuántas veces habremos escuchado esa cursilería de que ‘el cambio empieza por uno’. Hasta Mambrú lo cantó. Pero saliendo del discurso vacío, vayamos a algo que nos llene.
Para generar conciencia de las cosas que pasan en el mundo, tenemos que ser PRIMERO concientes nosotros. Y eso no se consigue conformándonos con el estereotipo de día estudiantil: ir a la facultad, volver a nuestras casas, leer las noticias… putear las noticias, putear el noticiero, estudiar, comer, dormir ¿Va de nuevo?
No caigamos en el alineamiento. Y yendo más allá, no caigamos en el conformismo. Que no nos de plena satisfacción describir en 400 palabras el mundo que nos rodea, hagamos algo para cambiarlo o para incentivar las cosas que se hacen bien.

Esto se hace viviendo. Actuando. Arriesgando.

No tengamos miedo de un día tomarnos un colectivo a una escuela en una villa, hablar con algún profesor y preguntarle “¿qué pasa? ¿qué falta? ¿te puedo ayudar en algo desde mi lugar?”. No tengamos miedo de preguntarle a una mujer de un country cuál es su compromiso para con la sociedad. Y si nos dice ‘ninguno’, no ir a nuestras casas corriendo, desesperados, a escribir un ensayo sobre las mujeres “huecas” de los barrios privados. No. Así-no-habrá-cambio. Seamos astutos, involucrémonos con la mujer (en la medida que haya un mínimo interés) y mostrémosle ingeniosamente la cantidad de cosas que hay para hacer. Y si esa mujer entiende el mensaje que queremos transmitir, considerémonos exitosos.
Se que parecen ejemplos utópicos ¿Y qué? Un periodista y escritor Uruguayo se encargó de describir a la perfección qué es la utopía:

“Ella está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para que sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar." (Eduardo Galeano)

No seamos tan mansos (SI, dije mansos) de elegir quedarnos en nuestras casas antes de ir a una manifestación de algo que apoyamos. No seamos tan asquerosos de no involucrarnos con gente que no conocemos o que no ‘tienen pinta de’ pensar y ser como nosotros. Hay muchas historias que merecen ser contadas. Pero antes que eso, que merecen ser escuchadas, entendidas y analizadas.
Para contar las cosas, primero las tenemos que hacer carne. Así SI vamos a entender de lo que estamos hablando.

La experiencia no la vamos a encontrar en un apunte de la facultad. 
Salgamos a encontrarla.

La experiencia nos va a formar como profesionales pero, por sobre todas las cosas, nos va a formar como personas. Y como vamos a describir y a desarrollar temáticas sociales, me encantaría que sean personas las que los cuenten, y no máquinas de comercialización.

Involucrémonos.
Si decimos quiero, es casi instintivo que digamos puedo.
“Quiero” y “puedo”.
Me encantan esas palabras,
porque cuando esas palabras se juntan, nos volvemos invencibles.


Victoria Belén Bertonasco